Capítulo 16: Junio, 2016
June 01, 2016 - 1226 words - 7 mins Found a typo? Edit me¿Y si…?
¿Y si dejásemos de dirigirnos en tercera persona y nos mirásemos con otros ojos? ¿Y si intentáramos llamarnos con otro nombre? ¿Y si dejáramos de preocuparnos o de pensar tan siquiera en apartar este nuestro pensamiento racional por un día?
¿Quién nos podría asegurar que nuestro sentimiento objetivo existe y no es más que una variación de nuestro inconsciente de aquello que creemos que es imparcial? ¿Y si llamáramos a cada cosa por su nombre? ¿Qué nombres existirían? Y más importante, ¿qué nombre tendríamos?
¿Y si aprendiéramos a no soltar las riendas de nuestra vida?…, ¿cómo podrían escapársenos sin darnos cuenta de la noche a la mañana? ¿Y si todo no tuviera por qué ser necesariamente tan difícil o complejo?, en especial en algunas situaciones en las que parece estar todo dispuesto de forma desmesurada.
¿Y si tirásemos la toalla, diciendo a todo «basta»? ¿Y si decidiéramos acabar con todo de una vez por todas? ¿Qué es ese todo que podría tanto preocuparnos hasta el punto de llevarnos a un pensamiento tan insensato pero necesariamente humano?
¿Y si no sintiéramos con una fuerza que nos llegara a proporcionar incluso dolor? Fuerza fruto del mismo sentimiento de alegría o tristeza, pues si no fuésemos seres pasionales, así como racionales, ¿qué seríamos entonces?
¿Y si nuestro tiempo no estuviera ligado directamente a nuestro entendimiento del mismo? ¿No sería éste, acaso, un caos? ¿Y si todo no fuera realmente como pudiéramos creer estar viendo desde su aparente complejidad ligada a un desconcierto sin salida?
¿Y si todo fuera más sencillo? ¿Y si estuviéramos equivocados? ¿Y si todo saliera bien, recuperando la normalidad y su tranquilidad merecida?
Es sorprendente la abundancia de desorden en sinfonía con su idea de normalidad y deseo. «¿Y si…?», podríamos preguntarnos.
¿Quién nos recordará?
¿Quién nos recordará lo tanto que valemos cuando se nos olvide?, cuando la cruda realidad nos muestre su rostro y nos escandalicemos al vernos completamente desnudos en nuestra sensación consumida nacida de nuestra ignorancia.
¿Quién nos recordará lo tantísimo que valemos y lo equivocados que podemos llegar a estar?, especialmente cuando sobre nosotros pudiera tratarse nuestro pensamiento o juicio de valor sin consenso y para nada constructivo.
¿Quién nos lo podría recordar sino tú, legado de nuestro interés?, que aunque pudiera no ser tan compartido, estamos seguros de que hay mucho más en común de lo que pudiéramos a priori ver con nuestros propios ojos.
¿¡Quién sino tú podría recordarnos quiénes somos!? Tendernos la mano y ayudarnos a levantarnos cuando tropecemos. Y no estoy hablando de nosotros, sino de ti, que tienes nombre y apellidos. Tú, que nos estás leyendo. Tú, que sabes quién eres aunque a veces, como a nosotros, se te pueda olvidar. Tú, que en tus dudas e incertidumbres querías esconderte, como era normal.
Como si cualquiera lo hubiera hecho y no nos hubiera importado. Pero no tú. Tú sí que nos importas. Y es por ello que escribimos contigo en mente. Porque sabemos que nos necesitaremos el uno del otro para, cuando alguno tropiece, saber que no está solo en este, en ocasiones, abismal trastorno tan oscuro como pudiéramos imaginar pero tan incandescente como podremos juntos lograr.
No tú. Tú estás aquí para recordarnos lo mucho que valemos, así como nosotros estaremos aquí para recordarte lo mucho que valdrás.
Cuestión de tiempo
Crecer no es cuestión de tiempo, sino cuestión de corrección de errores. Ver pasar nuestra existencia como si hubiéramos perdido su noción o su motivación…: qué grandísimo error, pero a su vez qué gran síntoma inevitable.
No será cuestión de tiempo que las flores nazcan o que las situaciones sucedan porque así debían suceder: menudo disparate: creer en un destino destinado a ser historia, especialmente cuando pudiéramos referirnos a su razón por conveniencia.
No fue asunto ni materia que estuviera todo predispuesto o escrito, ni tan siquiera de la forma más absurda o disparada posible. Pues pretender el tiempo como algo con vida propia no es más que un engaño que nos haremos, desde y hacia nosotros; pues el tiempo no existe como tal más allá de nuestra percepción del mismo.
Crecer con circunstancias propias de un entorno repleto de calidades cuestionables —tan longevas como ellas mismas— y que decidían continuar a plazos aparentemente tan arbitrarios. Pudiera ser que se nos haya abierto la mente con tantos controvertidos lugares de forma inconsciente.
¿Cuál es nuestra percepción de la verdad sino aquélla que nuestro subconsciente represente para el entendimiento de nuestra aparente realidad? El tiempo no es más que otra herramienta que hemos desarrollado para ayudarnos a interpretar nuestro curso y condición. A fin de cuentas, ¿quién sino nosotros podría analizar de forma tan exhaustiva todos aquellos aspectos que involucran directamente nuestro sentido?
No será cuestión de tiempo que las flores marchiten, sino la ausencia de auxilio frente a la crudeza de la misma vida que a todos nos acotará por igual y sin posibilidad de recurso alguno. ¿Qué es cuestión de tiempo cuando nuestro tiempo ha muerto?
Madurar no será jamás cuestión de tiempo, sino más bien de sufrimiento fruto de un aprendizaje del que jamás pudimos ser advertidos. Prosperar en nuestra idea del bien, así como del mal. Progresar en las medidas de nuestras posibilidades. Desarrollarnos como aquello que tanto queríamos o pudiéramos haber querido en algún momento.
No será jamás cuestión de tiempo tratar nuestro entendimiento más que con nuestra sincera perseverancia hacia el mismo.
Comenzando los 23
Parémonos unos instantes para voltear la vista atrás, pero tampoco demasiado. Apenas basta con mirar en el comienzo de nuestra vida profesional, hará ahora más de dos años, cuando empezamos a soñar con todo esto que hoy, con tanto empeño, conseguimos lograr. Iniciándonos en nuestra tierra para acabar haciendo también nuestra aquélla a donde fuimos.
Un esfuerzo ejemplar con una sonrisa que cada día florecía desde la sinceridad más absoluta. Donde fuimos conscientes de que teníamos la oportunidad a nuestro alcance. Comenzar desde lo más bajo para ir escalando poco a poco en la montaña de lo que estaba por venir, aquello que podríamos distinguir como nuestro propio aprendizaje.
Han pasado tantos pensamientos tan diversos entre sí, tanto tiempo en tan poco espacio…, que si tuviéramos que recalcar uno en concreto, lo tendríamos ahora mismo más que claro: el estrés que podremos sufrir en ciertas ocasiones, resultado de la sensación abrumadora de no poder con todo lo que se nos pudiera venir encima. Quizá por ser la última sensación con mayor intensidad sufrida, y es que, cuando se trata de apostarlo todo, las medias tintas sólo dejarán manchas arbitrarias con las que tendremos que lidiar sin importar nuestro posible grado de disconformidad. Y dicho lo cual, esperemos aprendamos a superar con mayor facilidad todo esto, fruto de un mundo inconsciente donde las preocupaciones, en ocasiones, parecen limitarnos y no dejarnos ver las posibles soluciones.
Cabe destacar lo tantísimo que hemos aprendido de todo en general, pero en especial sobre nosotros mismos. Esos momentos que nos ayudan, sin duda alguna, a dialogar con nuestra persona, más o menos inquieta dependiendo del día y la hora. Ha habido tantos diálogos no escritos… que sólo nuestro inconsciente los podrá recordar cuando él crea realmente necesario.
Comenzaremos los 23 como jamás en nuestra infancia soñamos, pero como venimos procurando desde estos breves pero intensos años atrás.