Capítulo 14: Abril, 2016
April 01, 2016 - 1433 words - 8 mins Found a typo? Edit meAparentar o ser
Podremos aparentar tantas cosas y actuar de tantas formas posibles…, hasta el punto, quizá, de nublar el verdadero ser. ¿Pues cuál es este ser realmente sino el mar de sus continuas apariencias? Podremos aparentar en todo momento, pero ¿acaso podríamos ser realmente aquello que aparentamos?
El problema de la identidad nace cuando nuestra apariencia confronta nuestro sentimiento del ser. Es entonces cuando surge nuestro principal conflicto interior. ¿Somos acaso más que constantes apariencias en evolución?, donde la adaptación quedaría ligada a la supervivencia… ¿Qué somos realmente sino el simple sentimiento que nos diferencia frente a lo que nos rodea?, refiriéndonos a otros seres.
¿Acaso tenemos mayor derecho a considerarnos especiales o algo más que simples seres vivos? ¿Quién nos puede asegurar cada mañana al despertar que no somos un simple fruto de algún experimento?, donde por realidad y recuerdo no tenemos más que alguna memoria previamente programada y lista para observar nuestro comportamiento.
En ocasiones tendremos dudas de tan siquiera quiénes somos, de qué buscamos o simplemente de qué esperamos encontrar. ¿Podrían ser las dudas en sí mismas sus propias respuestas?
Tantas
Tantas cosas por hacer, tantos deseos por cumplir. Tantos suspiros que aún quedan en la espera de su momento mientras nos turnamos con nuestra inquietud, siendo ella misma la que nos ayudará a tomar los caminos que acabaremos modelando.
Tantas prisas, tantas alegrías no empleadas, tantos lloros no merecidos y otros cuentos olvidados.
Y es que nuestra percepción de la realidad es tan distinta y tan dependiente de nosotros mismos, que no podríamos ser conscientes tan siquiera de la cantidad de variedades que existen ni de sus diferentes cualidades tan distintas entre sí.
Sensación abrasadora que nos desconcierta cuando bajamos la guardia. Emoción alarmante que nos acompaña en su conformidad desvelada. Intuición que no deja pista alguna de su paso. Alivio añorado, así como extrañado, en tiempos complicados.
Tantas metas, tanto futuro, tantos cuentos…, que podríamos incluso acabar olvidando de dónde venimos y hacia dónde vamos. Sentir el deseo de una pausa. Sentir el desconcierto del no saber qué hay que saber ahora, confundidos en estos momentos de realidad enredada.
Queda aún tanto por contar y por vivir, tanto por saber y por querer, tanto… que esperemos que todo llegue a buen puerto cuando tenga que llegar.
Constantes
Somos una constante muda de ideas. Constante dependiente, en mayor medida, de aquello que no deseamos pero que hayamos sufrido de algún modo. No desear no es lo mismo que no haber deseado, del mismo modo que no querer haber sufrido no implica no haberlo hecho.
El tiempo es sin duda la mayor incógnita en su verdad: el relativismo extremo, el cambio de etapas… Encontrarnos para perdernos momentos después. Tenernos y temer aquello que pudiéramos extrañar de nuevo.
Sentir como el todo y su predilección tienden a la abstracción más pura y arbitraria. Experimentar cómo nuestros pensamientos no son más que frutos inmaduros y que, llegado el día, cualquier temporal imprevisto podría arrancarlos sin remordimiento alguno.
Acordarnos de aquella etapa donde la esperanza dirigía y nos guiaba como madre preocupada por sus hijos, pero ¿qué sabemos nosotros de esto al fin y al cabo…?
Recordar no más que la ilusión añorada, quizá su mera nostalgia, quizá años y años desnudos como el tiempo que no hacían más que acompañarnos sin reales intenciones. Propósitos color azabache que descansan sobre el más puro anhelo de sinceridad hacia y con nosotros. Por nosotros, eternas constantes destinadas a la continua transformación junto a nuestro cambio.
Hablemos de nuevo
Percatarnos de aquello que nos impedía sentir más allá del sufrimiento, en la duda continua de no saber qué dirección tomar. Flaquear una y otra vez hasta el posible cansancio ya olvidado. Desear sinceramente terminar con esta sensación incómoda de desconcierto anónimo.
Acariciar el despido, no ser capaces de prever el caos y su perturbación avecinada hacia nuestra persona. Necia impotencia.
Aleccionarnos una y otra vez, tantas veces incluso de lo mismo. Tropezar y caer con y sin vergüenza, como si fuéramos en busca de nuestros propios límites que creímos en su día inexistentes; vaya cuán equivocados estábamos.
Hay tantas cosas ciertas y otras tantas no tan claras… Pero lo que creo que aprendimos fue a discernir, al menos, aquello que realmente nos superó: el descontrol de la situación, no saber qué hacer ni cómo reaccionar tras flaquear en todos nuestros fallidos intentos por no lograr aquello que se nos encomendó.
La simple idea de la duda hacia nuestras dudas será la culminante si la dejamos brotar. ¿No podría todo volver a ser? Será, por supuesto que será. Volvamos a ser de nuevo.
Es tiempo de
Es tiempo de decir «adiós» a tantas cosas. Sintiéndonos nómadas en nuestra vida en busca de aquella sensación de plenitud donde los sentidos desean por encima de ellos mismos y se sienten parte del todo junto a sus prójimos.
Es tiempo de empezar a decir «adiós» a tantas cosas. En nuestra superación crecimos y no quisimos ni queremos permitir sentir ese descontrol que nos pudiera hacer perder la cabeza, encontrándonos en disconformidad continua por más tiempo del que pudiéramos desear.
Es tiempo de ser conscientes de que deberíamos empezar a decir «adiós» a tantas cosas. No en vano quedará todo lo aprendido, pues permanecerá escrito desde ahora hasta entonces que un día resolvimos y crecimos escogiendo ser.
Es tiempo de decidir cambios para y con nosotros, siendo la finalidad de los mismos el motivo de su creación. Sentir no poder soportar tanto nos hace al final capaces de tolerar en un mayor margen, pero no era esa nuestra intención primera. No debiera ser el sentimiento hacia lo externo de mayor grado frente al interno, pues nuestra traza y aspecto dependerán, de forma directamente condicionada, de nuestra más íntima persona.
Llegará el tiempo en el que las decisiones tomadas cursarán con tan alto grado de importancia, pudiendo incluso cambiar el rumbo de aquello que en meses pasados establecimos para los próximos venideros. Y es que nos queda tanto por equivocarnos y por cambiar…
Es bien cierto, así como debiera ser ya sobradamente conocido, que en la abstracción pura de los errores, así como de los aciertos, existen en común las decisiones que tomamos, en la medida de nuestras mejores posibilidades. No habrá mejor actitud que la que con nuestros ojos miremos.
No debiéramos hacer tantas cosas y hacer otras tantas que tanto deberíamos, que será tiempo pues de decidir a qué responsabilidades queremos realmente rendir cuentas y a qué precio, pero sobre todo qué nivel y qué metas seremos capaces de alcanzar.
Es tiempo de dar la bienvenida a tantas otras, de empezar a ser conscientes de los cambios a estos niveles que a primera vista pudieran sobrepasar cualquier joven perspectiva.
¿Qué podría ser?
¿Qué podría ser que aún no haya sido? Dejarnos llevar por las emociones, dejarnos hacer sin mayores intenciones… Experimentar ese cosquilleo, esas mariposas ansiosas de protagonismo. Ocho meses han pasado desde que nos vimos por última vez en persona. Es lo que tiene vivir en el extranjero.
Mañana despertaremos de nuevo en Berlín, pero dormiremos en nuestra tierra cálida donde nacimos. Donde la familia aguarda por el que será el ansiado momento de un nuevo reencuentro compartido después de tanto tiempo.
¿Qué podría ser que aún no haya sido? Tras experimentar verdaderamente de todo, me atrevería también a decir «renacido», habiendo sido incluso en cualquier modo. No quisiera pensar en estos momentos demasiado, sino soltar simplemente aquellas palabras que, momentos previos de conciliar el sueño antes de este breve viaje de retorno, por mi mente ocurran. Y es que siento la necesidad imperiosa de escribir a escasas horas de partir hacia este vuelo. Será toda una semana cargada de tantas emociones que espero que no nos traicionen los nervios y que seamos capaces de canalizarlas poco a poco.
Conociéndome, y en lo poco que me conozco todavía, estoy seguro de que será una semana inolvidable. Una de tantas semanas que aún nos quedan por viajar y por contar…
Tengo ganas de ver a mis tíos, a mi padre, a mis primos, a todos ellos: a mi familia en general. Pero en especial tengo ganas de ver y abrazar a mis hermanos y hermanas, los cuales extraño tanto cada día. Sólo espero que sepan comprender algún día el significado de todo esto, que entiendan esta motivación y que la apliquen no sólo de forma teórica.
No quisiera entrar hoy en más detalle. Es tiempo de descansar, pues mañana será un gran día: el comienzo de una semana inolvidable.