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Capítulo 07: Septiembre, 2015

September 01, 2015 - 1087 words - 6 mins Found a typo? Edit me

Dios existe: soy yo, y tú también

Yo soy un no muerto. Soy un vivo —y vaya si vivo: ¡más vivo que nunca!—. Soy una persona que le gusta tener las cosas claras. Carácter, justo.

Soy una persona amante de la vida, del momento y del tiempo, así como de mis circunstancias. No querría jamás ser una persona idolatrada por masas que no son capaces de ver más allá de su realidad.

No entraré en detalles de si es más o menos correcto ser fiel a una u otra creencia. Cada uno que haga lo que quiera —de ahí nuestra libertad—, pero la libertad va ligada a la responsabilidad. Cada uno pasa a ser responsable de sí mismo; cada cual, que vele por sus creencias, que yo velaré por las mías. Y por las mías significa no callarme cuando algo me moleste, cuando algo no sea correcto a mis ojos ni cuando crea que algo no tiene sentido. Entonces hablaré para intentar corregirlo.

Nada de maldad, aquí nadie ha venido a hablar del bien y del mal. Eso ya… que se lo traiga cada uno de casa. Estoy en contra de toda religión que no defienda el valor humano individual por encima de todo, por encima de cualquier entidad divina.

Defiendo que somos lo más grande. Pero ¡atención!, esto no es válido para todo aquél que reniega de su poder, de su voluntad y de su grandeza como humano: de su libertad. A todo aquél, simplemente desearle una estancia amena, pero nada más.

Sin embargo, a toda persona que conozca o quiera conocer su grandeza real, a todos sin excepción, mi ánimo. Porque es la actitud que escogemos ante la vida la que realmente juega en nuestra vanguardia, y es precisamente aquí donde quería llegar: la actitud de cualquier Dios es la del seguimiento a la mediocridad, rechazando nuestro real valor y potencial humano.

Para alcanzar el éxito debemos tener una actitud de superación personal, no de alzamiento en vida para, después de la muerte, tener un encuentro con un supuesto Dios.

Dios existe: soy yo, y tú también lo serás si tu actitud así lo predispone. Porque Dios no es más que una idea, una filosofía, una actitud ante la vida. Creer en un Dios dice mucho de ti, dice mucho al mundo y dice mucho de tu actitud.

Mis ánimos a toda aquella persona que quiera superarse. A toda aquella alma que quiera algún día superarse porque será todo vuestro, seréis Dios y la vida os pertenecerá realmente.


Necesitaba soñar

Porque nada es para siempre, excepto aquello que nos propongamos que así sea. No será cuestión entonces de tener o no razón, de nada sirve aquí. Se trata de proponernos metas por encima de nuestras posibilidades. Es impresionante la capacidad de superación que podemos llegar a demostrarnos aparentemente de la nada. Así como trabajar otra actitud, cuanto más ejercitemos nuestra voluntad, mayor y más precisa será ésta.

¿Qué es la normalidad sino aquello previamente establecido por nuestro entorno y aceptado por la mayoría como norma? ¿Qué es la normalidad sino aquello que nos predispone a lo aún no acontecido? ¿Qué es la normalidad sino aquello que nos encasilla y nos limita como seres libres de voluntad?

Necesitaba soñar… y soñé, así como sigo soñando cada día, esperando seguir haciéndolo hasta mi último aliento. Tuve un sueño: ser yo.

Haremos un antes y un después. Quién sabe a quién le puede llegar esto. Lo mejor del sentido de la vida es que tendrá el sentido que tú elijas.


El arte del pensamiento

La filosofía podríamos entenderla como la más pura y abstracta ciencia en base al subjetivismo que trata de, por encima de dar respuestas, encontrar las preguntas adecuadas. Filosofar es cuestionar.

La finalidad de este arte no debe concluir en ser leída. La filosofía debería buscar ser escéptica y pragmática. Leer filosofía es saludable. Estudiarla incluso, si nos gusta o apasiona, puede llegar a aportarnos un rico nivel cultural, pero ése nunca debió ser su último fin. El arte del pensar no debió nacer para ser leído ni tampoco para ser escrito. Escribir filosofía es inútil si no aportamos ninguna cuestión. Leer filosofía es inútil si no nos hemos dispuesto de herramientas —nuevas o no— para seguir construyéndonos, pues la filosofía es inútil en sí misma: somos nosotros los que le daremos el valor que consideremos.

No existe una verdad absoluta que regule la importancia y el valor de la misma, pues algo tan abstracto, ¿cómo podríamos cuantificarlo? El valor de la duda. ¡Ahí está su verdadero valor!: ¡es ella misma!

Me atreveré a decir que, así como otras ramas fueron concebidas con el fin último de ser leídas, escritas y estudiadas, como, por ejemplo, ingenierías, la filosofía no nació para este mismo fin. La filosofía nació sobre todo para aprender y poner en práctica preguntas, para aprender a cuestionarnos si de verdad estamos haciendo las preguntas correctas.

No nació la filosofía para quedar grabada en un papel o ser leída por otro. Nació de las necesidades básicas de nuestro ser más racional, de nuestra necesidad del saber. La filosofía no nació precisamente para ser contada, sino para ser vivida. ¡Sé tú el que la viva para después contarla!


Tener la razón

Tener la razón es tener argumentos que defiendan y demuestren nuestras convicciones y pensamientos. Tener la razón es ser capaz de acallar, de dejar sin palabras al orgullo por más que éste insista alzando la voz. Tener argumentos sólidos es sinónimo de mente clara, de mente ordenada en sus ideas firmes y sólidas.

Pues la sinrazón tiene sus días contados. Una casa sin buenos cimientos está destinada a ser destruida por ella misma. Estar en lo correcto debe ir más allá de simples palabras o creencias, pues de nada sirven éstas si actuamos de otra manera.

La complejidad del todo debe ser entendida desde la simplicidad para, poco a poco, aprender a entenderlo todo.

Existen tantas variantes y parámetros posibles… que por más que conozcamos, nunca serán suficientes. De ahí la importancia de la demostración, de la razón más allá de simples conjeturas.

Defendamos nuestros intereses, pero siempre con argumentos, y el día que éstos no sean verdaderos cimientos yo os propongo: destruirlos y volver a empezar. Pues edificar sobre algo podrido…, así quedará establecido.

Una mente cerrada donde las ideas no pueden confluir es sinónimo de fracaso. Un lugar cerrado en el que las ideas no pueden converger está destinado al olvido.

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