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Capítulo 08: Octubre, 2015

October 01, 2015 - 1182 words - 6 mins Found a typo? Edit me

Por encima del bien y del mal

Por encima de todo lo posible y lo imposible.
Por encima de lo real y lo fantástico.
Por encima de los sueños, de la vida y de la muerte.
Por encima de nosotros mismos.
Por encima de tus frustraciones y recelos.
Por encima de todo aquello que un día soñaste y que soñarás.
Por encima de tus sueños y objetivos a lograr.
Por encima del bien y del mal.

Por encima de las emociones, del éxito y del fracaso.
Por encima de la tristeza y de la alegría.
Por encima del llanto y de la sonrisa.
Por encima del cansancio y de la euforia.
Por encima del tiempo, que nos consume a todos por igual.
Por encima del aprendizaje, que, ligado a la superación, 
    nos impulsa a seguir creciendo.
Por encima del bien y del mal.

Por encima de cualquier pronóstico.
Por encima de cualquier pensamiento, igual o distinto.
Por encima de cualquier diferencia.
Por encima de nosotros mismos, del bien y del mal. 
    Allí estaré yo, y tú, si quieres, conmigo.

¿Qué somos?

Déjame este momento para recordar… ¿Qué queremos ser?, ¿una mera ilusión de un recuerdo olvidado?, ¿o más bien queremos convertirnos en una realidad transcendental?

¿Qué es nuestra vida sino un recuerdo de los momentos vividos, de nuestras experiencias que, junto a nuestras expectativas, nos inducen a una constante ilusión de deseo: de desear y de ser deseados? ¿De qué sirve nuestra memoria si no podemos recordar? ¿De qué serviría nuestra mente si no pudiera procesar? Enseñémonos a pensar. ¡Creemos recuerdos!

De nada sirve una vida si no es vivida; nadie vivirá por nosotros. Deberemos aprender, por tanto, a utilizar nuestro sentido común, a vivir usando la mente y la razón.

¡Equivoquémonos! ¡Equivoquémonos mucho!, pero no en lo mismo. Tropecemos con tantas piedras como deseemos, pero no repitamos y, de repetir, hagámoslo con cabeza porque, de lo contrario, quedaremos en una ilusión. Una ilusión que un día estuvo, pero nunca más. Y no quedará anhelo alguno ni deseo por aquél que un día fue sin serlo; es más: nadie lo echará en falta.

Somos decisiones, responsabilidades, así como resultados finales. Todo importa aunque existan siempre diferentes situaciones, cada una con su distinto grado de importancia, nuestra obligación será concluir con una media por encima de sí misma. Nuestro compromiso irá ligado a nuestra experiencia; nuestro deber, sólo a nosotros. Es también cierto que le debemos todo a todos, pero, especialmente, a nosotros por nuestras decisiones, por ser quienes somos y quienes quisimos ser.

Somos el resultado final sin final… hasta que lo haya. Y entonces, ¿qué habremos sido?


Memorias de un recuerdo olvidado

Apenas tengo recuerdos de mi infancia.
Memorias que desvanecieron con el tiempo.
Mención a momentos puntuales con nostalgia.
Deseo de superar aquello llamado ego.

Empecemos por el final: estoy mejor que nunca.

No quisiera que sintiéramos lástima por aquellos días de un pasado que no perdonaba, pero ello no quita que sienta remordimientos, pena por una juventud perdida y, sobre todo, por la cantidad de deseos que perecieron durante el camino.

En aquellos días aprendí mucho. Aprendí como nadie debería aprender. Aprendí cómo no se deberían hacer las cosas. Aprendí que existen siempre distintas versiones de una misma situación. No lo llamaría puntos de vista, sino, más bien, realidades.

¿Qué es la realidad sino nuestra ilusión de entendimiento? ¿Por qué una situación debería ser más real que otra igual de verdadera? La realidad no es más que nuestra percepción. Nuestra verdad, sí, la que creemos única y real, no es más que otra concepción del mundo.

Y es que fueron unos años que, por suerte, desaparecieron. Se desvanecieron en la medida de lo posible, dando paso a un nuevo hoy en el que ahora me asiento, pues mi mente es más sabia que yo y aprendió a olvidar todo eso sin mi permiso. Es gracioso, ya que, en parte, me siento cuidado por mí mismo, y eso me alegra y me alivia.

Después de mis once vino una tragedia que no supe entender, pero tampoco podía prever. Y para cuando quise darme cuenta, ya estaba en mis trece en un sótano donde todo era demasiado tarde: unos pestillos que impedían nuestro movimiento y unas escaleras que no hacían más que bajar… hacia la desesperación. Un día tras otro lleno de incertidumbres, desconsuelo y añoranza. Añoranza por una realidad más allá de promesas y tiempo en vano. Nada parecía real. Las apariencias engañaban.

Un vacío constante y diario. Esperando a que todo cambiara, a ver algún brote verde, daba igual dónde… Todo era insignificante y así consiguió hacerme sentir.

«Las personas no cambian», así como otras poco agradables sentencias que aún, «por suerte», recuerdo.

El mundo está lleno de personas de todo tipo. En aquel momento no podía sonreír, pues con tanta presión a las espaldas a veces es difícil discernir. Tengamos en cuenta que hablamos del periodo entre mis catorce y mis diecisiete años, aproximadamente. No recuerdo apenas nada. Como ya dije, mi mente es más sabia que yo. Ojalá no tuviéramos que leer esto jamás.

Terminemos por el principio: hoy estoy mejor que nunca.


Creo que pienso demasiado

Pienso a cada momento. Creo, incluso, pensar a veces demasiado. Entiendo tantas obviedades como naturales que me extraño cuando percibo que no todos tenemos el mismo entendimiento de lo que es natural.

Pienso tanto que creo no haber pensado nada. No al menos lo suficiente como para decir haber pensado algo, pues aún me queda mucho que pensar. Ejemplificar, razonar, demostrar, enseñar. Todo en lo poco puede ser mucho.

No serás tú el último en leerme ni el primero, pero habrás tenido la suerte de haberlo hecho, y eso es lo que verdaderamente importa. ¿Quién soy yo para escribirte y tú para leerme?

No existe nada eterno, especialmente cuando aquello no es más que un fruto de nuestra ilusión, como nuestros sueños o esperanzas, así como anhelos en nuestros deseos.

Desde temprana edad quise conocer alguna verdad que no se pudiera desmentir ni desmontar. Harto de tanta palabrería… Ahora simplemente sonrío en mi felicidad por haber encontrado una de las verdades más bellas.

Pienso disfrutar de esta verdad absoluta: la inexistencia de lo eterno. Así como disfrutar de todo aquello que exista, pues no hay nada más placentero que el aprender a disfrutar con todo, así como con nada.

No creo en nada por encima del hombre, no creo en nada ni nadie por encima de nosotros. Que nadie tenga miedo a su libertad. Somos individuales y, a la vez, colectivos. Podemos ser todo y, con más facilidad incluso, ser nada. Todo queda a nuestra última elección y yo tengo claro cuál es la mía.

Adoro el anochecer temprano
y su amanecer tardío,
exaltado en sueño sin memoria
como un recuerdo vacío.

Me gustaría mucho ser leído, ¿por qué, si no, escribiría? Quizá por el simple disfrute del pensar. Quizá por la dicha propia en uno mismo.

Con nuestros sueños y en un sueño. Pensador como ninguno, mortal como todos.

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